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Güebona bitácora más que peich...

Invierno en el jardín de La Parca -- Capítulo 15

Desperté en una habitación blanca sin ventanas. Estaba encima de una cama de hospital y me dolía todo el cuerpo. Levanté mi brazo izquierdo y noté una punzada de dolor que me recorría el cuerpo. También vi que tenía enganchada una aguja en el brazo con un tubo que llevaba a un goteo. Intenté levantarme, pero el dolor fue tan intenso que caí de nuevo en la cama, exhausta. Al cabo de unos minutos, entró una chica en la sala y me preguntó acerca de mi estado. Después de contestarle y que se presentase como Ana, me contó que era una de las pocas supervivientes del avión y que tenía suerte, que sólo me había roto una costilla. Cuando le pregunté acerca de donde estábamos me dijo que en un lugar seguro. Por la forma en como dijo lo de lugar seguro, le pregunté que de qué tenía que estar seguro. Ana se puso visiblemente nerviosa, musitó algo y salió de la habitación. Durante mi convalecencia no volví a sacar el tema, y a las dos semanas me dejaron salir de la habitación. Iba acompañada por Ana y por un médico, Kristoff, un hombre con aspecto de anciano venerable pero con una gran fuerza en sus movimientos y en sus palabras.

El pasillo no era el de un hospital. Tenía un aspecto parecido, pero los pasillos eran demasiado estrechos y de vez en cuando nos cruzábamos con otras personas con aspecto de doctores y con militares. Algo no iba bien, pero entonces no podía ni imaginar cómo iba de mal todo. Llegué hasta una puerta de metal con una cerradura de tarjeta, pero no pasaron ninguna, sólo se acercó Ana y empujó, abriéndose con un ligero chirrido. Dentro había un grupo de personas discutiendo, algunos vestidos de civil y otros de militar. En la sala, apartados, había otro grupo lleno de heridos. Los reconocí como parte del pasaje que iba conmigo en el avión. Ana me señaló el grupo y me dijo que fuese con ellos. Aquello no pintaba nada bien…

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