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Güebona bitácora más que peich...

Invierno en el jardín de La Parca -- Capítulo 17

Ahí estaba yo. Sólo ante el peligro. En otro momento hubiese huido o, simplemente, ni se me hubiera ocurrido estar aquí. Pero estaba harto. Harto del campamento, harto de los salvajes, harto de esta lucha sinsentido, harto del mundo. Notaba como la furia subía desde mis entrañas y me pedía sangre fresca. Necesitaba descargar todo lo que llevaba dentro y lo iba ha hacer. Ya no me importaba exterminar a toda la maldita raza de salvajes. Aunque aun podía huir. Miré a los salvajes y vi que estaban como hipnotizados mirándome, sopesando mi fuerza. Observé después a los supervivientes del campamento. Se les veía temblorosos, mirando alternativamente a los salvajes que acababan de entrar y a mi. La mayoría de las miradas dirigidas a mi eran una mezcla de odio y miedo, y las restantes sólo tenían duda y miedo. No merecían el esfuerzo. Malditos locos culpables de todo. Escupí al suelo, sonreí y me dispuse a girarme. En ese momento crucé por segunda vez mi mirada con Angie. Su cara llena de pecas estaba manchada de sangre y sus ojos verdes estaban clavados en los míos. Durante mi estancia en el campamento era una de las que me evitaba por miedo; otros simplemente me despreciaban. Pero esta vez no encontré miedo o desprecio. Sabía que ella no era culpable de nada; no estaba entre los que hicieron esto al mundo. Tampoco me importaba demasiado que fuese o no culpable, eso no iba ha hacer que moviese un dedo por salvarla. Fue su mirada, llena de suplica, el mismo tipo de mirada que tuvo Edgard cuando cayó presa de los zombis, hacia ya tanto tiempo. En ese momento la poca humanidad que me quedaba se revolvió, y me impuso la tarea de salvarla a ella y a los que pudiese. No vería el amanecer, pero me llevaría a todas aquellas aberraciones conmigo. Con un grito de rabia que resonó en el valle, me lancé hacia los salvajes...

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