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Güebona bitácora más que peich...

Un Día Cualquiera -- Capítulo 14

Bajé las escaleras que me llevaría de nuevo a la pesadilla, escuchando el sonido de mis pasos. Las piernas ya no me molestaban, sólo el hombro. Entonces caí en el hecho de que, cuando había examinado la herida de mis gemelos, parecía haber recibido un tajo limpio, preciso. Me paré en el rellano del primer piso y volví a fijarme en las heridas. Al desvendarme me di cuenta de que la herida era transversal, bajándome la trayectoria desde el gemelo derecho al izquierdo en un ángulo... no era la herida de un zombi, ni de un cuchillo. Aquello parecía hecho con una bala, milimétricamente disparada para producir el efecto que me produjo. Un francotirador, disparándome desde un primer piso o un bajo. Alguien desquiciado que quizás llevase tiempo siguiéndome, jugando a un enfermizo juego del gato y el ratón. Y no me había rematado, había dejado que los zombis me comiesen. Una oscura idea se formó en mi mente.

Había sido ella. Evidentemente su aspecto no era de nada conocido, quizás hubiese sido en su época un ser humano, pero ahora alguna extraña radiación o agente químico la había mutado, convirtiéndola en un monstruo sádico que se divertía persiguiendo a los supervivientes que quedasen. Pero si era así, ¿por qué me había curado? ¿Arrepentimiento? ¿No quería perder a su "juguete"? No tenía sentido. Sin embargo... si fuese otra cosa... ¿y si no estaban jugando conmigo? ¿Y si, simplemente, había estado en el sitio más inoportuno en el momento más equivocado? ¿En medio de una guerra privada? Si era así mi agresor me habría disparado para evitar que le pillasen, esperando que mi samaritana decidiese cambiar su orden de prioridades para salvarme a mí. Esto último, aunque rebuscado, tenía sentido. Por eso, una vez que hubiese visto que me podía valer por mi mismo y que estaba fuera de peligro decidió irse a seguir con su cacería. Mmm... a pesar de que al final me quedé con la última reflexión, decidí no bajar la guardia si me la volvía a encontrar (cosa que dudaba que volviese a suceder).

Llegué a la puerta de la calle y, tras abrirla con cierto temor, salí a la calle, desolada y vacía de vida, como el resto de la ciudad.

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