Invierno en el jardín de La Parca - Capítulo 6
Seguí observando el campamento durante una hora. Era agradable ver actividad humana, después de tanto tiempo sin ver a gente viva. Un movimiento rápido, una sombra en los árboles, distrajo mi atención del campamento. Bajé el catalejo e intenté avistar al oso o el animal que fuese que había captado de soslayo. Mmm… ahí había algo. Apunté el catalejo hacia la sombra.
Lo primero que vi fue la tosca cabeza del Salvaje. Tenía el largo pelo sucio y greñudo, de un color negro. Su rostro no era visible por la posición en la que me encontraba respecto a él, pero eso era algo que agradecí. Me lo imaginaba jadeando, con los ojos inyectados en sangre, con esa mueca horriblemente desencajada que mostraba todo miembro de esa maldita especie… aunque no era correcto decir que era otra especie. Sin duda, antes habían sido humanos normales, pero algo, posiblemente lo mismo que hizo que los muertos se levantasen, les afectó la mente, convirtiéndoles en seres sin cerebro con el único propósito de matar y comerse a todo ser vivo que se cruzará en su camino.
Recordaba la primera vez que los vi, al poco de instalarme en la cueva. Fue en uno de mis primeros paseos matutinos, justo cuando descubrí el avión. Al principio no los descubrí, escondidos como estaban, sin duda alertados de mi poco cuidadoso paso. Mientras examinaba los restos y me encontraba con los cadáveres parcialmente devorados, me asaltaron por detrás. Por suerte, sólo son sigilosos hasta que van a atacar, momento que suelen anunciar con un grito. Gracias a eso, el primero sólo golpeo mi hombro en lugar de hundirme la cabeza con el garrote. Detrás, un segundo y un tercero se abalanzaban con las manos desnudas, tan cegados por las ganas de matar que tropezaron entre ellos. Como hoy, mi única arma era un cuchillo que no me daba tiempo a sacar, así que aprovechando mí adquirida inmunidad al dolor me aparte de un brinco a la derecha mientras el salvaje volvía a descargar, en un torpe movimiento, el garrote donde debía tener la cabeza. Salté hacia delante y…
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