Un Día Cualquiera -- Capítulo 15
Identifiqué la calle y, tras revisar el callejero, me di cuenta de que estaba cerca de donde había caído, así que me dirigí a la calle principal para proseguir mi camino hacia el centro de la ciudad. En mi camino me encontré con algún muerto viviente, pero estaba a la suficiente distancia como para no suponerme ningún peligro. Cuando estaba a punto de llegar a la calle principal, me di cuenta de que en una de las calles secundarias por las que había cruzado había una comisaría de policía y me animé al pensar que allí encontraría armas de fuego de verdad.
Me dirigí hacia allí con cierta precaución, ya que me vino a la mente una imagen del francotirador que me había abatido días antes. Entré por la puerta de la comisaría mientras desenvainaba la katana, paseándola nerviosamente de un lado a otro conforme iba avanzando por los pasillos en dirección a la santa bárbara. Este nerviosismo en el que me encontraba se redujo considerablemente cuando me encontré con el polvorín donde habían, alineadas, una serie de armas de fuego entre las que se encontraban pistolas y escopetas. Rompí los cierres y cogí un par de pistolas y una escopeta, así como varias cajas de munición. Me sentí un poco decepcionado al ver que sólo había ese armamento, esperando quizás que fuese como en las películas americanas, donde entrabas en una comisaría y prácticamente encontrabas de todo. Cargué la escopeta y las pistolas, una de las cuales me puse colgando a un lado de mi cadera, al modo de los pistoleros del Salvaje Oeste, y la otra la guardé en un bolsillo de la mochila. Por último, cogí la escopeta y me dispuse a salir fuera, con el arma apoyada sobre mi brazo y su empuñadura asida firmemente por mi derecha, como acunándola...
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