Un Día Cualquiera -- Capítulo 20
Habríamos pasado unos 20 minutos comiendo, así que, sino teníamos ningún contratiempo, llegaríamos antes de que anocheciese al centro. ¿Y luego qué? Esa pregunta asalto mi mente. La respuesta era que no tenía respuesta. Ya no sabía porque iba hacia el centro. Sólo sabía que el impulso inicial lo seguía teniendo. Edgar agarró mi camiseta, haciéndome girar. Le miré a los ojos y vi que no me miraba. Seguí su mirada hacia el lado izquierdo de la calle y vi la entrada de un garaje. En ella había cinco muertos, dirigiéndose hacia nosotros. Estaban a unos seis metros y no se movían a mucha velocidad; caminando rápido los podíamos dejar atrás sin demasiada dificultad. De repente algo paso por mi derecha. Era Edgar, que había empezado a correr, presa del pánico. Empecé a correr tras él, gritándole que se tranquilizase. Súbitamente, vi un cuerpo volar delante de mí.
Edgar está volando, su cuerpo desmadejado por un impacto tremendo. Sigo su trayectoria hasta verle caer a los pies de los muertos vivientes. Joder. Le están rodeando. Con el rabillo del ojo veo un movimiento en mi derecha. Algo, lo que ha enviado a Edgar a los muertos, acecha en el portal. Vuelvo a centrar mi atención en Edgar. El golpe le ha dejado semiinconsciente. Los muertos se empiezan a agachar para darse un festín. Noto el peso de la escopeta en las manos y un martilleo mi cabeza. ¡BANG! Los cañones humean delante de mi. Más allá un zombi decapitado cae al suelo. Me acercó hacia el resto y cae otro muerto viviente, con el cráneo explotando como una sandía madura al caer al suelo. Quedan tres. Estoy al lado de uno de los zombis, le golpeo con mi cuerpo aprovechando el impulso para apartarle y disparo a bocajarro a otro. A pesar de la distancia falló el disparo y le vuelo su brazo derecho. El martilleo de la cabeza se intensifica y empieza a ser doloroso. Un segundo de distracción es suficiente para que el tercer zombi muerda el brazo derecho de Edgar. No me atrevo a dispararle, así que suelto la escopeta mientras mi mano izquierda desenfunda el wakizashi. Siento el pútrido aliento del muerto que he apartado detrás de mí así que me giro hacia la derecha mientras levanto mi pierna buscando su cabeza. Me sorprendo al encontrarla y acabo el movimiento circular lanzando mi mano izquierda con la espada empuñada a través del cuello del no muerto. Oigo como cae su cabeza al suelo, pero ya estoy centrado en el muerto que mordisquea el brazo de Edgar. Con un movimiento desde arriba atravieso limpiamente se cráneo y dejo el arma trabada. Queda el último, que me golpea con el brazo sano. Apenas noto el golpe mientras flexiono las piernas y me agacho ligeramente, para acto seguido lanzar mi cuerpo como un resorte hacia delante, golpeándole en el pecho y haciéndole caer desplazado hacia atrás. Saco la katana y ¡TUMB!...
Edgar está volando, su cuerpo desmadejado por un impacto tremendo. Sigo su trayectoria hasta verle caer a los pies de los muertos vivientes. Joder. Le están rodeando. Con el rabillo del ojo veo un movimiento en mi derecha. Algo, lo que ha enviado a Edgar a los muertos, acecha en el portal. Vuelvo a centrar mi atención en Edgar. El golpe le ha dejado semiinconsciente. Los muertos se empiezan a agachar para darse un festín. Noto el peso de la escopeta en las manos y un martilleo mi cabeza. ¡BANG! Los cañones humean delante de mi. Más allá un zombi decapitado cae al suelo. Me acercó hacia el resto y cae otro muerto viviente, con el cráneo explotando como una sandía madura al caer al suelo. Quedan tres. Estoy al lado de uno de los zombis, le golpeo con mi cuerpo aprovechando el impulso para apartarle y disparo a bocajarro a otro. A pesar de la distancia falló el disparo y le vuelo su brazo derecho. El martilleo de la cabeza se intensifica y empieza a ser doloroso. Un segundo de distracción es suficiente para que el tercer zombi muerda el brazo derecho de Edgar. No me atrevo a dispararle, así que suelto la escopeta mientras mi mano izquierda desenfunda el wakizashi. Siento el pútrido aliento del muerto que he apartado detrás de mí así que me giro hacia la derecha mientras levanto mi pierna buscando su cabeza. Me sorprendo al encontrarla y acabo el movimiento circular lanzando mi mano izquierda con la espada empuñada a través del cuello del no muerto. Oigo como cae su cabeza al suelo, pero ya estoy centrado en el muerto que mordisquea el brazo de Edgar. Con un movimiento desde arriba atravieso limpiamente se cráneo y dejo el arma trabada. Queda el último, que me golpea con el brazo sano. Apenas noto el golpe mientras flexiono las piernas y me agacho ligeramente, para acto seguido lanzar mi cuerpo como un resorte hacia delante, golpeándole en el pecho y haciéndole caer desplazado hacia atrás. Saco la katana y ¡TUMB!...
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