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Güebona bitácora más que peich...

Un Día Cualquiera -- Capítulo 29

La mujer me miraba de vez en cuando, pero en ningún momento se dio cuenta del ligero movimiento de mis manos al rasgar lentamente la cuerda. De repente las cuerdas se soltaron, cortadas por la navaja. Intenté mantenerlas en mis muñecas, como si nada hubiera pasado, pero me fue imposible, ya que la cuerda se había deslizado al suelo. Tenía que actuar rápido.

Me levanté rápidamente hacia la mujer, que al darse cuenta de mi movimiento sólo le dio tiempo a boquear cuando atravesé su garganta con la navaja. La tapé la boca mientras con la otra mano la degollaba lentamente, mirándola a los ojos, que incrédulos me devolvían la mirada. Ni siquiera hizo ademán de defenderse mientras se desangraba. Daba sus últimos estertores cuando yo me había rearmado por completo. Fue en ese momento cuando me di cuenta de lo que había hecho. Había matado a sangre fría a un ser humano. Oleadas de remordimientos acudieron a mi cabeza, y decidí que lo mejor que podía hacer era irme. Siempre he creído en el karma, así que ya recibirían su castigo. Abrí la puerta y me deslicé sigilosamente hacia las escaleras, bajándolas sin hacer ruido alguno. Una vez apartados los cubos que aseguraban la puerta que daba al exterior, me introduje en la noche, oscura como la muerte que acechaba por las calles malditas de la ciudad. Volvía a estar sólo y, francamente, consideraba que estaba mejor así.

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