Blogia
Güebona bitácora más que peich...

Invierno en el jardín de La Parca -- Capítulo 18

Me miró con aquellos malditos ojos, apenas un segundo, pero fue suficiente para acobardarme. ¡Maldito seas! ¡Sí, soy culpable, hijo de puta!. En toda mi vida como soldado, sólo había otro hombre que era capaz de acobardame como aquel, y ese había sido mi padre. Me había despreciado en mi niñez, ocupado más en su carrera militar que en su familia. Y yo, buscando su aprobación, hice carrera militar también. Aun así, y aunque había conseguido ser el mejor de mi promoción, seguía despreciándome, ya que no había luchado en ninguna guerra. Cuando por fin me hice con el mando del mayor proyecto científico de la historia, mi padre estaba demasiado enfermo como para alegrarse o, lo que es más probable, despreciar donde había llegado. Aunque a lo mejor me hubiese aconsejado que no hiciesemos aquello. ¿Cómo iba a imaginar que acabaría así? Miré a Ana, con nuestro hijo en sus entrañas. Y me sentí como siempre, como una mierda. El hombre no debe jugar a ser dios. Y ahí estaba él, para recordarme lo que había permitido, lo que había hecho, lo que era. Él, siempre con ese aire de superioridad, a pesar de no ser más que un mísero asesino. Da igual que, a posteriori, me enterase de porque Kev y George habían sido sus víctimas. Debería habermelo dicho y hubiesemos llegado a algun acuerdo. Pero no, prefirió tomarse la justicia por su mano. Le odiaba por eso, por tomar decisiones sin tenerme en cuenta, por menospreciarme. Mi único consuelo era que moriría como el resto de nosotros bajo los garrotes de los salvajes. De repente gritó y vi como se lanzaba hacia los salvajes...

0 comentarios