Un Día Cualquiera -- Capítulo 1
Una vez en el exterior esperé hasta que el móvil volviese a tener cobertura, mirando alternativamente al móvil y hacia los lados. En la calle sólo estaba el borracho, caído en el suelo y sin moverse, sumido en un sueño profundo...¡Cobertura! Aprete el dos del móvil, empezándose a marcar, con ese sonido tan característico, el número de mí media naranja. Me acerqué el auricular a mi oreja, sólo para oir el característico "El móvil al que está llamando está apagado o fuera de cobertura". "Bueno" pensé, "estará durmiendo". Con este pensamiento me dirigí hacia mi casa. A lo mejor en la tele o en el teletexto decían algo de la huelga.
Por la calle seguía sin haber nadie y, sin saber muy bien por que, empecé a inquietarme. No pasaba ni un coche y sólo oía el viento haciendo sonar las hojas de los árboles y el sónido rítmico del golpear de mis pies contra la acera. Llegué a mi portal, introduje la llave en la cerradura y, repitiendo lo mismo en la entrada de mi casa, entré en mi habitación del piso compartido. Cerré la puerta, tiré la bolsa donde llevaba la comida y los apuntes del trabajo encima de la cama y encendí el ordenador, que usaba como televisor también. Mientras el Windows arracanba abrí la persiana con cuidado, para no despertar a mis compañeros de piso y ojeé el exterior. El día seguía gris y, salvo un perro que ladraba, no se oía ni se veía actividad alguna.
Me aparté de la ventana cuando me sacó de mis ensoñaciones el sonido del Windows arrancado y operativo. Me senté en la silla y pinché con el puntero en el icono que activaba la televisión. Al instante se abrió y ...
(Continuará)
Por la calle seguía sin haber nadie y, sin saber muy bien por que, empecé a inquietarme. No pasaba ni un coche y sólo oía el viento haciendo sonar las hojas de los árboles y el sónido rítmico del golpear de mis pies contra la acera. Llegué a mi portal, introduje la llave en la cerradura y, repitiendo lo mismo en la entrada de mi casa, entré en mi habitación del piso compartido. Cerré la puerta, tiré la bolsa donde llevaba la comida y los apuntes del trabajo encima de la cama y encendí el ordenador, que usaba como televisor también. Mientras el Windows arracanba abrí la persiana con cuidado, para no despertar a mis compañeros de piso y ojeé el exterior. El día seguía gris y, salvo un perro que ladraba, no se oía ni se veía actividad alguna.
Me aparté de la ventana cuando me sacó de mis ensoñaciones el sonido del Windows arrancado y operativo. Me senté en la silla y pinché con el puntero en el icono que activaba la televisión. Al instante se abrió y ...
(Continuará)
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