Invierno en el jardín de La Parca -- Capítulo 20
Uno tras otro, los salvajes caían ante mí, aunque pagaba un castigo importante. Los garrotes subían y bajaban golpeándome sin piedad en todo el cuerpo. Probablemente tenía algún hueso roto, pero me daba igual. El ataque zombi que casi me mató hacía ya tanto tiempo me hizo inmune al dolor y al cansancio, así que podía aguantar cualquier herida, por dolorosa que fuese, sin el más mínimo signo de dolor. Aun así, intentaba minimizar el castigo que recibía, ya que seguía siendo mortal. Por el rabillo del ojo veía a los refugiados combatiendo junto a mi, defendiendo su vida con uñas y dientes. Probablemente todos muriésemos antes de ver el amanecer, pero nuestra muerte le saldría cara a los salvajes.
Un garrote golpeó mi hombro derecho lateralmente y un fuerte chasquido del mismo. Intenté cogerle el garrote, pero mi brazo derecho no respondió a la orden de alzarse. Colgaba inerte como un trapo en mi costado. El golpe había roto o sacado el hombro. No me entretuve mucho con ese percance, ya que el salvaje me golpeó otra vez, esta vez en la cabeza. Pero no llegó a impactar, ya que esquivé el golpe agachándome para luego levantarme de un salto y pegándole una patada en el salto que le golpeó en la mandíbula, con tanta buena fortuna que se cortó la lengua y empezó a sangrar como un cerdo, medio grogui. Privado de un brazo y desequilibrado, en lugar de caer de pie después de ejecutar la maniobra caí al suelo. Intenté levantarme, pero antes de darme cuenta tenía a otros dos salvajes encima, golpeándome con garrotes. Noté crujidos por todo mi cuerpo. Me estaban matando y no podía defenderme.
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